jueves, 17 de agosto de 2017

Mecano para principiantes —mecanografía básica—



Para quienes comenzamos a ser jóvenes en los años ochenta, el grupo español Mecano fue una feliz novedad. Con sus letras un poco frívolas y divertidas en un principio, y con temáticas más sociales al final nos acompañaron como la banda sonora de varias secuencias autobiográficas.
Además de abordar varios ritmos, sus letras jugaban con modismos, guiños y licencias literarias. Estas últimas, “infracciones” a favor del estilo o del sentido de una canción, en ocasiones nos parecieron algo extrañas.
En “Cruz de navajas”, su primer éxito en México, se menciona un “somier taciturno que usar por turnos”. Sólo algunos observadores detectaron que María y Mario, los protagonistas del tema, compartían apenas una rústica base de colchón que los distanciaba más.
En esta misma pieza, un juego de palabras altera y “oculta” un sentido que va en la misma dirección que la presentada: “y María se moja las ganas en el café/ magdalenas del sexo convexo” puede leerse como un tropo (recurso literario) de los versos “y María se moja las ganas del sexo convexo/ magdalenas en el café”. Esta última parte es una construcción visual de sentido erótico... aunque de todas maneras el tal Mario no captó la indirecta.
En los ochenta escuchamos también “Me cuesta tanto olvidarte”. De momento no supimos qué era aquello de “la cara vista es un anuncio de Signal”. Que nadie nos culpe, pues en México esa marca de pasta de dientes nunca se conoció. En la canción la frase expresa ese fingir una feliz sonrisa mientras que en el interior “la cara oculta es la resulta de mi idea genial de echarte”.
Un modismo español nos dejó “en ayunas” al escuchar “Los amantes”. La pieza dice: “Y como no tengo complejos/ me miro siempre en todos los espejos/ antes de echar los tejos”. Mientras en México conocíamos la “bebeleche” o “avión”, en España jugaban a derribar con una piedra —o tejo— un palo clavado en la tierra. El juego derivó en la “treta” en arrojar “los tejos” muy cerca de los pies de una muchacha con el fin de sacarle plática.

Una rosa es un rosario
Cuando William Shakespeare escribió: “La rosa no dejaría de ser una rosa y de esparcir su aroma aunque se llamara de otro modo”, hacía referencia a aquella vieja discusión sobre la cosa y su relación con el nombre que la designa. A principios del siglo XX, la escritora Gertrude Stein creó su famoso aforismo: “Una rosa es una rosa es una rosa”, con el que expresaba que sólo usando el nombre del objeto se le puede invocar.
José María Cano, uno de los integrantes de Mecano y sin lugar a dudas un buen lector, escribió la canción “Una rosa es una rosa”, rumba a ritmo de flamenco que, más allá del tema del amor doloroso da una vuelta de tuerca al tema de la rosa: “Una mentira y un credo/ por cada espina del tallo/ que injertándose en los dedos/ una rosa es un rosario”. Este último verso captura con toda su fuerza el dolor existencial encerrado en un nombre. Nada menos.
En las letras de José María e Ignacio Cano aparecen decenas de referencias literarias, homenajes (“Eungenio Salvador Dalí”, “Laika”, “Los héroes de la Antártida”, “JC”, “Aidalai”) y alusiones al cine (“Almodóbar”, la película “Hijos de un dios menor”) y asuntos de discusión social como la homofobia, el VIH, la discriminación por raza.
Lo que en todo momento evitó que sus canciones cayeran en el panfleto fueron su riqueza de recursos y que en sus letras abunda la poesía acompañada de una excelente composición musical.
Lo anterior demuestra que, en asuntos de belleza, la culpa no siempre es de los ojos: a veces la culpa es de los oídos.

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