jueves, 20 de julio de 2017

Bajo el signo de David Sumers


Gran parte de mi poesía tiene síntomas de la derrota amorosa. Le llamo el signo de David Summers. Hace años que decidí que mi poesía no tomaría más de esa agua. En efecto, el dolor vende más que la felicidad. Pero ¿a quién le importan las víctimas voluntarias? A mí, definitivamente ya me dan mucha pereza.

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Conozco a un hombre a quien su esposa lo divorció después de años de aguantarle muchas. Él ha andado llorando la pena a quien quiera escucharlo, o mejor dicho, a cualquiera que, tal vez él piense, pueda compadecerlo y ponerse de su lado. Pienso: si no supo cuidar lo que tenía, ahora que aguante vara.

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Tengo un amigo de la prepa que tuvo un amor imposible. Alguna vez, según él, estuvo cerca de conseguir su objetivo, pero la morra pronto se emparejó con un bato al parecer de muy buena posición, parece que de un país sudamericano, y mi compa se quedó chiflando en la loma. Nunca tuvo nada con ella. Fue pura idealización.

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Cada relación de pareja vive sus propios dramas, incertidumbres, desengaños y grandes retos. No importa la imagen que den en redes sociales. Conozco de sobra que cada relación que vale la pena —y con frecuencia las que no valen tanto la pena— requieren de un gasto de energía importante. Gastar en una relación que no existe es como tener una deuda grande con el banco y pagar tres pesos todos los días.

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Tengo un personaje favorito en la series, se llama Mike (Jonathan Banks), un exoficial de policía veterano que arregla asuntos difíciles. Salió en Breaking Bad y en Better Call to Saúl. Es un tipo duro, pero mucho más inteligente que impulsivo. Protege a su hija y especialmente a su nieta, que en ocasiones han estado amenazadas. Tiene claras sus prioridades, y aunque parece un tipo que podría ser desalmado, es valiente y tiene una ética muy definida en sus decisiones.
Mike tiene esa parte de varón que me gusta. Habla poco y no se arruga. Una de las cosas que más me gustan es que parece no tener prisa nunca, se toma todo el tiempo necesario para pensar bien lo que va a hacer.
Por qué viene al caso. Creo que el tema es la paciencia y la soledad. La soledad y ver por la familia.

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He pensado a veces en la felicidad de amar a una pareja, a una mujer pues. Sí, esa felicidad no se niega. Vale por sí misma. Pero ¿qué hay de recibir amor de esa misma persona? Debe ser parejo para que funcione o, mejor dicho, para que haya un sentido.

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Dejé a David Summers y sus lamentos.
Voy tras el varón evolutivo y en este viaje en solitario —uno en el que no cabe la prisa— haré  grandes descubrimientos.

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