lunes, 19 de septiembre de 2016

Lenguaje, lectura y lugares comunes



Si yo fuera otro y me conociera por los peros que le pongo a veces al habla, descubriría que a veces soy muy mamón.
Pero sería una impresión inexacta, lo que descubriría es que soy una persona completamente común, sólo que mis "peros" no se los pongo ni a la comida ni a la música ni al clima, se los pongo al habla.
Hay una serie de palabras o expresiones que rechazo, en algunos casos porque me parecen una deformación afectada, maricona o noña, o bien porque me parecen erróneas, irreflexivas, como si forzosamente tuviéramos que ser un portavoz de la corriente principal de pensamiento, de su estilo o moda.
El lenguaje para mí es algo más amplio, grandioso, creativo, problemático y estético como para repetir las frasesitas comunes. Nuestra individualidad nos da para desmarcarnos de la frase hecha, tronar como cacahuates al lugar común, mofarnos de él dándole la vuelta.
Tenemos la hipérboles que nos permiten exagerar la realidad al límite para que sola tome su forma original (¿y cuál será su forma original?). Tenemos la comparación, la metáfora, la alegoría.
Tenemos el chiste, el poema, la canción, el cuento, la anécdota, el chisme, y en todos ellos el lenguaje nos utiliza como si fuera una mano y nosotros el guante.
¿Saben? Lo que creo que sucede es que últimamente nos formamos mayormente dentro de una cultura audiovisual. No está mal estar al tanto de las modas y corrientes actuales, eso es bastante bueno; lo malo es no tener puntos de referencia previos. En otras palabras, no poder decir, por citar un ejemplo bastante burdo y grosero, que la melodía de El Chavo del Ocho usada desde principios de los años setenta, es originalmente una composición de Beethoven de 1812 llamada "Marcha turca" y que retomó Jean-Jacques Perrey en su rola "Los elefantes nunca olvidan", de donde se la fusiló Gómez Bolaños. La cultura audiovisual nos introdujo la tonada, pero la falta de lectura (en este caso de panorama musical), nos limita la comprensión.
Así funciona el lenguaje. Primero lo creamos y después él nos crea a nosotros y no nos damos ni cuenta.
Y volviendo al ejemplo del guante ¿no podríamos al menos hacer una seña obscena, saludar de otra manera, cruzar los dedos cuando otros rezan, tronar los dedos al ritmo del jazz?

Sin más preámbulos, aquí mi lista de alguna expresiones que sé que no uso y creo que no usaré nunca. La iré ampliando si me acuerdo de más:


  1. No manches (la original es no mames. ¿Para qué descafeinar?).
  2. Acá (parece que se trata de una importación del Cono Sur, en donde sustituyen el aquí por el acá. Recordemos que el acá, en buen castilla, se usa cuando se contrapone contra una idea de allá).
  3.  ¡Yeii! (esta expresión infantiloide es una cruza de un anglicismo con una mala caricatura)
  4.  Provecho, o peor, provechito (cuando se está a punto de comer).
  5. Wey (así, escrito con una ¡w!).





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