sábado, 13 de agosto de 2016

Visita a la Catedral



En más de cinco años en la ciudad nunca había entrado a la Catedral. Como no soy católico siento que no tengo necesidad de visitar un templo. Lo hago en las bodas ineludibles. Total, sin darle demasiada importancia, ayer entré a una iglesia de forma espontánea. Tenía curiosidad de conocer el edificio por dentro, pero también a esa hora deambulaba por el sector –por cierto, la Catedral queda a unas cuadras de mi casa–, hacía algo de sol, estaba amodorrado, era mi día de descanso y entré. Me senté en una banca a media nave y ahí estuve disfrutando del enorme espacio gratuito y del silencio. Era como entrar a una alberca gratis, o a una cancha de atletismo o un gimnasio. Vamos, un espacio público para disfrutar de algún bienestar. Habría no más de 10 personas diseminadas al azar por toda la iglesia. La banca estaba dura y no tan amplía como me habría gustado, pero ahí estuve quiza una hora, dormitando; creo que sí hubo varios momentos en que me quedaba dormido, porque me iba de lado, y cuando estaba a punto de dar el azotón, el cabeceo pues, me estremecía y despertaba. Quizá ese mismo silencio lo podía haber encontrado en la biblioteca central –que queda también a pocas cuadras–, pero siento que al menos ayer, disfruté el enorme espacio y el silencio que da una iglesia, y eso me gustó mucho. El silencio es importante para la vida. Pasar tiempo tranquilo, solo, en silencio, sin hacer nada en especial.

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