domingo, 21 de agosto de 2016

Amores que trascienden



Por muchos años en todo momento he tenido una pareja; ha sido algo común y natural en mí que nunca lo había cuestionado seriamente. Pensaba que no tenerla era de alguna manera estarme perdiendo de algo que valía la pena para mí.
Desde que volví a terapia ha sido un replantearme algunas cuantas cosas.
En estos días también he estado desmontando una superficie con mucha yerba. Es algo que debía haber hecho hace meses, y hoy que necesito disponer de ese espacio, tuve que meterle mano y en poco tiempo. Me he llevado una buena chinga además de la asoleada. Pero me ha gustado llegar casi muerto a la casa. Me di cuenta que un par de plantas, de las que crecen solas, ya estaban altas, y las raíces estaban gruesas. Batallé un poco, pero las corté. Creo que una parte de las raíces quedaron dentro, algo escondidas. Debo quitar inclusive eso.
Así estoy haciendo conmigo. Estoy limpiando lo que debía haber hecho desde hace tiempo. Estoy dejando en tabula rasa. Que no haya nada. Y lo primero que me queda claro es que se trata de un trabajo que debo hacer yo solo, y por el bien de mí mismo.
Víctor, mi terapeuta, me ayudó a verlo muy claro. Y como suele suceder, me dijo con otras palabras, ¿quieres la opción a? (la más deprimente y degradante para la persona que creo yo ser) o quieres la ¿opción b? La más normalita, la deseable. Así es este cabrón Víctor, nomás te pone las opciones, te sonrié, te da una palmadita afectuosa y desaparece. Se va el güey. Tal cual debe ser, nunca dije que fuera malo en su profesión.
El asunto es que ya van varios tragos amargos, y si no amargos, sí decisiones que en condiciones no-terapéuticas, ni madres que habría hecho. Y me siento satisfecho conmigo mismo por haberlo hecho.

Pero quiero regresar al título de este texto.
No sé cuándo vuelva a tener una pareja. Lo que sí se es que hay una sola forma de tenerla, el resto es hacerse pendejo. Felizmente, cómodamente, astutamente, resignadamente, pero es hacerse pendejo.
La única forma de entrarle es amando y comprometiéndose, en todo. No nomás en las cosas más cómodas y felices, alegres, cachondas, halagadoras y favorables. Sino viendo a la par más a largo plazo. Eso es lo que veo más difícil que suceda, se requiere de empezar en sintonía y muy pronto caminar hacia el mismo lado. Eso, seguramente, cuando emprenda una nueva relación, me tomará un tiempo, o mejor dicho, nos tomará un buen ratote. Pero no pienso en eso. Deberá pasar un buen rato para que llegue a la conclusión de que podré tener como pareja a alguien mejor, con una visión, una madurez, un amor y un compromiso más grandes que la de mi anterior pareja. Y mientras esa sea la medida cualquiera que entre a mi vida nomás se topará con pared y yo me metería solito en una trampa. Está demás mencionar el daño que yo haría.

Por ahora me veo dando vueltas al campo, entrenando para tener condición. Condición para disfrutar un poco más que ahora, el estar solo. Decirme cosas lindas como las que he descubierto que tengo y no necesitar que nadie lo atestigüe, que nadie lo vea.

Ser un buen compañero de mí mismo. En las buenas y en las malas. Y apenas estoy empezando con eso.
Volar en mi propio avión en donde sólo yo piloteo.


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