domingo, 19 de junio de 2016

Comprender al padre, comprender el mundo


Cuando era muy jovencito había decenas de hechos con no entendía. Me angustiaba no saber qué sentía, por qué me pasaban ciertas cosas, y me propuse intentar comprender mi entorno.
La fe religiosa, con todo y lo feliz que fui en aquellos años, no me dio una solución satisfactoria y la dejé creo que como a mis 20 años.
Con el tiempo la tranquilidad me la dio la psicología, la terapia.
Llegué a la conclusión de que comprender un fenómeno me daba si no control sobre él, sí reducía al mínimo mi inquietud.
Y cuando digo fenómeno me refiero a mí mismo o a una persona muy cercana y mi relación con ella.
Además de nuestra predisposición por carácter, también, esto lo leí o lo supe o me lo dijeron cuando yo tenía unos 14 años, está la relación con nuestros padres.
En el caso de nuestro padre, al parecer, de él heredamos o tomamos muchos aspectos relacionados con la forma en que socializamos. No sé, ciertas reglas de lo que es correcto y si me adelanto, cómo funciona el mundo, las leyes, las normas.
No referiré más que la Carta al Padre, para expresar en las que andaba yo aquellos años.
Es más sencillo cuando las raíces de las que te tomas no están muertas, parafraseando una línea de Juan Rulfo.

Pues al final conservé la necesidad de expresarme, pero también la conciencia de un cuarto privado, un cuarto en el que pasaron y aún se mueven imágenes, emociones, reverberaciones de un hoyo que no sé qué es pero que a veces me llama, oigo una especie de eco.

Ahora algo más comprendo, y me da placer, placer pensarlo, placer llevar mi mundito, mi aleph.

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