lunes, 11 de abril de 2016

Generación tecnológica

Cuando los de mi generación nacimos, no existía el internet, los teléfonos celulares, ni mucho menos las redes sociales. La primera noticia que tuve de un cajero automático fue por mi papá a mis 10 años, en 1982, pero tardé otros tantos años en usar uno. El sueño tecnológico más alucinante de mi infancia fue la posibilidad de ver capítulos atrasados de Rin tin tin o El Llanero Solitario. Un sueño no cumplido porque en mi casa nunca compramos videcasetera. A mediados de los 80 veía Los Chicos Computarizados, una serie en la que el protagonista se comunicaba por medio de una computadora con otras personas. Es decir, chateaba.
Todo fue muy rápido. Ahora mismo tengo sobre mi mesa un teléfono que tiene Watsap. No me deja de soprender, y además no quiero nunca dejar de sorprenderme de la forma en que la tecnología ha modificado la forma de comunicarnos, la manera de estar en el mundo.
De no haber tenido internet no habría conocido a Carmen y no me habría cambiado de ciudad. Tampoco habría escuchado a Eugenia hace un rato y me habría dado por escribir esto.

Conocí a Eugenia en los scouts, pertenecíamos a diferentes grupos, pero fue en una fiesta. Yo debía tener 20 y ella 17. Convivimos unos meses luego nos distanciamos un poco. Cuando estaba en quinto, ya en Letras, ella entró a primero, a Sociología. Un semestre entero conviví con el grupito de amigos de su salón. Aún tengo algún contacto con varios y uno de ellos me recomendó al final de mi carrera para que tuviera mi primera chamba.
Eugenia tuvo un hijo, El Grillo, que nació como en 2000 o 2001. Por el 2003 se fue a vivir a León. Un día coincidimos en Monterrey y nos tomamos un café, ya en el 2010. Yo creo que desde 1997 en adelante nos vimos máximo tres veces. pero mantuvimos el contacto, primero por correo electrónico, después por el Facebook.
En el 2014 a Eugenia le detectaron cáncer. Fueron meses difíciles. Hablábamos por teléfono, luego usamos el Watsap,nos grabábamos mensajitos. El 11 de julio me escribió que tenía miedo. No la libraba y estaba sufriendo mucho. Le pregunte si quería irse ya y me contestó que sí. ¿Ya te despediste de todos?, le volví a preguntar. "Aún no de ti".
Hablamos un poco más por mensajitos. El 26 de julio recibí un mensaje, era del teléfono de Eugenia, pero el mensaje lo mandaba si hermana.
Se había ido.
El Watsap nos mantuvo unidos y aún no me animo a borrar sus mensajes. El mes pasado le escribí "Buenos días". Pero ya no me iba a contestar.

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