viernes, 25 de marzo de 2016

Seminario

Cuando yo era muy joven, era un muchacho muy católico y practicante. En la Semana Santa me la pasaba en retiros de varios días en un seminario. Recuerdo que dedicábamos un día entero a permanecer en silencio absoluto. A mí me encargaban apoyar en la misa. Recuerdo que me gustaba entrarle al puño de hostias y darme mis buenos buches de vino de consagrar. Total que varias veces empezaba la misa algo mareadón. Ah, pero siempre comulgué. Incluso por varias temporadas, era de comunión los siete días de la semana. Ya me preparaba yo para la vida consagrada y qué bueno que no, porque habría sido un muy mal ejemplo para mis hermanos. Una época muy bonita, sin duda. A veces me acuerdo de aquello, especialmente cuando pienso que en los últimos 25 años he asistido a una misa dos veces.

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