martes, 15 de marzo de 2016

Pilatus


Nada como volar un avión. Posiblemente se trate de un Pilatus PC7, según investigo en internet. Su sonido es el mismo que aparece en la tele. En la tele cuando estás viendo una película de la Segunda Guerra: un ronroneo muy potente que se va haciendo gradualmente más agudo, como en los efectos donde está silbando una bomba al caer. El avión pasa rápido; vamos, no tan rápido como para romper la barrera del sonido, pero sí cruza la porción de cielo visible desde mi banqueta en seis siete segundos, luego lo ves que da vuelta, como un avión de control remoto, pero más grande. El piloto, que al llegar a un extremo de la mancha urbana comienza a bajar un ala, debe sentir la gravedad de su cuerpo mirando a un costado la bahía de Ensenada, con un crucero de juguete, y al otro, las capas de cielo en el horizonte donde el sol rebota este domingo en la mañana. Yo digo que debe sentir euforia al penetrar el aire a 350 kilómetros por hora, meterle toda la chancla y de pronto subir la nariz hacia la nada, como el portero que aprieta el abdomen y los músculos del cuello al momento del despeje.

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