domingo, 31 de enero de 2016

Roberto Arizmendi, un sibarita destinado a viajar




Aún no cumplía un año de edad y Roberto Arizmendi (1945) ya había vivido en tres estados de la república. Dieciocho meses después de terminar la preparatoria ya había visitado todas las entidades del país. En ese entonces decidió que conocería más a fondo México para después recorrer Sudamérica y luego Europa. “Tenía muy clara mi convicción de mexicanidad y latinoamericanista”, cuenta.
Con sangre sonorense y aguascalentense, de niño viajaba con su madre con fines recreativos, ya fuera para pasear o vacacionar. En la adolescencia y primera juventud, y debido a su participación en grupos escolares, asistió a congresos, seminarios y realizó labores de reporteo noticioso. En su época universitaria fue electo presidente nacional de la Asociación Nacional de Prensa Estudiantil. lo que le permitía viajar constantemente.
“Cuando salí de la universidad y comencé formalmente mi vida laboral, se dieron también muchas exigencias y posibilidades de viajar, a tal grado que una amiga me comentó alguna vez que seguramente cuando me ofrecían un empleo preguntaba si se viajaba y en caso negativo, no aceptaba. No fue exactamente así, pero prácticamente en todos los empleos que he tenido, ha habido necesidad de viajar. A mis 50 años, decidí dejar los empleos de base o de planta y trabajar como consultor privado en asuntos de educación, planeación, cultura y desarrollo, lo cual exige moverse a los lugares donde me piden colabore en proyectos específicos.”
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Me cuenta Roberto: “En 1990, hace 25 años, comenzó a realizarse en Ensenada las Fiestas de la Vendimia, una de las celebraciones relevantes y yo tengo 22 años de asistir a ellas, en algunas de las actividades programadas. Sin embargo, aunque estas Fiestas son un programa significativo y planificado en el calendario festivo bajacaliforniano, pareciera que en Ensenada siempre se está de fiesta, porque hay muchas actividades durante todo el año relacionadas con el arte y la cultura, que se entremezclan con la difusión de los productos vinícolas de la región”.
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Martha, hermana de Roberto y que vive en Ensenada, un día me propuso presentar el libro de su hermano a quien yo no conocía, pues radica en la Ciudad de México. En agosto del 2011 María Cristina Álvarez y yo hablamos sobre la antología, “Poesía Latinoamericana hoy” (20 países, 50 poetas) en la sala Muñoz Acosta del Cearte. Así conocí a Roberto y a partir de ese día se fue dando una amistad que se ha mantenido gracias al teléfono, los correos y, más recientemente también gracias a la voz cercana del Whatsapp.
Las veces que Roberto visita Ensenada, que son entre una y dos veces al año, los encuentros son obligados. Un día durante las Fiestas de la Vendimia me invitó a un concierto en el Valle de Guadalupe, en otra ocasión armamos una lectura pública para que compartiera sus poemas con invitados ensenadenses.
Definitivamente la poesía une, tiende puentes y caminos. Si como viajero Roberto tiene miles de kilómetros, como autor es bastante prolífico. Hasta el momento ha publicado 41 libros de creación literaria —29 poemarios, 5 epistolarios, 4 de literatura testimonial y 3 antologías—, además de 5 libros en temas de educación. En total, aparece en 114 libros entre coautorías, antologías y compendios.
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Más allá de su extensa obra y de su gusto por la vida —celebró su aniversario número 70 el pasado 26 de diciembre, escuchando música y poesía en un recinto de La Habana, Cuba, con la primicias del próximo disco de Silvio Rodríguez, cantadas por él mismo—, más allá de sus andanzas, Roberto me ha mostrado que lo más importante es vivir los momentos de manera plena, me ha mostrado que no importan las distancias cuando dos amigos se buscan, y que ligeros de equipaje, siempre es posible viajar al reencuentro o al menos hacerle saber que sin él, tu mirada no aspiraría a recorrer el mundo.

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