domingo, 5 de julio de 2015

Sólo sentir

Un día organizamos una actividad con exposiciones y ponencias. Uno de los conferencistas tenía un tiempo marcado de 45 minutos más 15 para preguntas y respuestas. Yo era el responsable del evento por lo que me preocupó que después de una hora el exponente siguiera hablando. Hasta el segundo aviso en un papelito fue que cortó su charla. Al rato, cuando le hice el comentario sobre su exceso, me contestó —me confesó— que había una persona entre el auditorio que lo había fascinado y a quien no podía dejar de ver... ni podía dejar de hablar. Días después Me pidió además una foto de la persona admirada. Una que por cierto nunca le llevé.

Todo esto no viene a cuento por algo concreto que me haya pasado a mí, como a veces algunos, con cierta lógica, me preguntan. Sólo estaba pensando en el acto y el sentir de aquella mi persona invitada ante el auditorio, y ahora que lo pienso mejor, me parece que es una de las personas que conozco que pueden identificar y ser conscientes con más precisión de sus emociones.

Por cierto, en aquel momento mi invitado tenía la edad que tengo yo ahora.

Creo que con el tiempo, al menos en mi caso, he aprendido a ser un gozoso espectador de mis propias emociones. Sé que esto puede ser común para mucha gente, pues yo mismo lo he visto en personas que fingen cierta indiferencia cuando yo sé que sus actos y actitudes expresan algo muy distinto.

Lo que sé para mí es que existe un placer intenso e íntimo el ver pasar el río —caudaloso o sereno— de emociones sin sentir la necesidad de meter ni siquiera un pie en esas aguas.

Lo que se dice sentir mucho y no hacer nada porque no hay mada por hacer.  

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