jueves, 14 de mayo de 2015

La corrupción, esa otra confianza

Si me preguntaran cuál sería el principal valor para fortalecer relaciones no sólo entre las personas, sino entre las instituciones, empresas, gobierno, éste sería el de la confianza.

¿Por qué la confianza? porque me parece, con todo lo subjetiva que es, se trata de la cualidad que mejor encierra aspectos profundamente humanos y que nos mueve a depositar en el otro un intangible valioso de nosotros mismos.

La confianza es la creencia en que la otra persona o entidad no nos va a dar la espalda y nos va a proteger o respaldar aún cuando no nos tenga enfrente.

En algunos ámbitos, se le llama credibilidad, por ejemplo a un gobernante o candidato político; en otros casos, la confianza tiene un piso que se llama aceptación, pero en todo caso, nada sólido se construye y ni siquiera trabaja de manera saludable si no es por la confianza.

Ahora bien, considero que la confianza no se crea ni se destruye, solamente cambia de objeto, porque es una especie de oxígeno de las relaciones humanas.

Considero que ese gran mal de la sociedad llamado corrupción es una forma de confianza pervertida en sus fines.

El que comete un acto de corrpución, dijamos por ejemplo del agente de tránsito que pide mordida misma que entregará a su superior, está realizando un acto de confianza en que sabe que será respaldado y que recibirá beneficios (comisión, protección, promoción, etc,)

Muchos actos ilícitos o antiéticos requieren de la protección de un tercero, y para ello se requiere tenerle confianza. Una confianza pervertida, pero al fin una confianza.

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