Sí, Poncho, sí, la misma que un día conociste. Pero vino la lluvia de silencio y todo quedó arrasado. Te dejó buena impresión ¿no? A mí sólo dos besos y un tren en marcha.
No sé qué hago contándote esto, carajo. Pero la viste (¿verdad que la viste?) ¿Cuántos años teníamos entonces? ¿veinticinco? ¿treinta? ¿Por qué Dios siempre llega de pies y se va avergonzado? Porque ni él.
Tú sabes que a ocho kilómetros de mi puerta estaba la suya. Los conté. Los conté a pie y equivocado. Pero Poncho, dime una cosa aquí entre nos. ¿verdad que era muy bonita?
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