domingo, 2 de noviembre de 2014

Sin albur

Una vez más contuve mi lengua para no correr a campo traviesa por el territorio del albur. Empezamos en otro lado, claro, el lenguaje es connotativo, el lenguaje insinúa, evoca, sugiere. De ahí a los juegos, las adivinanzas, los dichos. Y así. A pesar de que el tema lo permitía –“textos recreativos”– y los alumnos pronto pescaron al vuelo el funcionamiento de ciertas palabras de doble sentido –qué les voy a contar a ellos– no quise abrir la boca más allá de la insinuación de un solo ejemplo de albur que me produjo un pudor que no me conocía, un único ejemplo que por cierto sólo un alumno captó y lo hizo estallar de risa (un capitalino, algo mayor que yo, ya con camino recorrido).
Fue una clase divertida, supongo. No he visto lo que les encargué, pero por lo que leyó una de las dos chicas más serias de la clase, creo que son gente de carácter y no se detienen ante nada... después de todo “son sólo palabras”. Sí. Claro.

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