domingo, 2 de noviembre de 2014

Sencillez

Me gusta de A. su buen gusto y su manera de gozar de la vida. A sus 41 años, disfruta su trabajo, la comida, ciertas personas, los viajes. Aunque no le hace el feo al tequila ni a la buena cerveza y le apasiona bailar, no le conozco ningún exceso y es (mi) ejemplo de vida ordenada.
Además de ser una persona profesionalmente muy destacada en su ámbito incluso a nivel internacional, hay un rasgo que, quizá por el contraste, me agrada. Se lo aprecio bastante y me hace sentir orgulloso de conocerla:
su sencillez.
Pocas personas, muy pocas personas conozco que pudiendo estar, se mantienen tan alejadas del consumo, de las marcas, del glamour; pocas tan alejadas de la compra, del "estatus".
Sin llegar a una "austeridad republicana", está lejos de lo que nuestra ciudad Monterrey nos ha inculcado centímetro a centímetro, día a día, ser Tigre o Rayado los sábados, misa los domingos, un trabajo en Cemex, ascensos regulares, vacaciones en Cancún, casa en Residencial Chipinque, coche que da envidia, importancia al qué dirán.
Vive alejada de querer demostrar nada a nadie, alejada de que la vean, alejada de la foto para el feis. Tan alejada en husos horarios que el sueño siempre nos separa.
Me gusta su vida sencilla, me enseña que lo que realmente vale la pena son unas tres cosas por las que hay que esforzarse, y nada más.
Se da uno cuenta que ser feliz es algo sencillo.
Cuesta mucho esfuerzo, pero es algo muy sencillo.
Así es A.

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