martes, 28 de octubre de 2014

Los prejuicios

Ciertos prejuicios de la gente me fastidian. Me fastidian tanto como ponerle un bote de frutsi a la llanta de la bici, o como cuando el de al lado se la pasa bisbiseando la canción que tiene en los auífonos. Me fastidian algunos prejuicios, sí, son varios, como aquel que exhibe la persona que reacciona ante la homosexualidad como si estuviera ante el ébola, o el que piensa que los niños pequeños son idiotas por tener poquitos años. O aquel otro que piensa que todos los artistas son unos locos sin quehacer. Ese tipo de prejuicios.

Pero los de don José son distintos.

Son unos menos amargos que los de cualquier persona de 78 años. Son unos prejuicios digámoslo así, felices.
Por ejemplo, él cree que todas, pero todas las personas que saben de plantas y sus propiedades son almas buenas, o que todo el dedicado a la fotografía o es adicto al cine es un espíritu introvertido y solitario.
Sus prejuicios no me incomodan. Pero me suelen hacer pensar de dónde le vendrá tanta asociación.

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