jueves, 1 de agosto de 2013

El acto de nombrar

El acto de nombrar, después del de alimentarse y sentir, es la acción más vital para el ser humano; sin esta operación de la mente seríamos unos primates peleando por alimento, territorio y apareamiento.

Nombrar, sin embargo, una acción aparentemente elemental —y en el principio de la civilización sin duda lo fue— es una de las actividades más engañosamente complejas que hay; es más fácil fijar una voluta de humo en la habitación que tratar de definir qué cosa es el significado, o sea, aquello que relaciona la luna con el dedo que la señala.

Y para complicar más las cosas, se trata del lenguaje intentando hablar de sí mismo. Hay un ejemplo —una alegoría— muy curioso: Un reo escapa de la cárcel y huye a un poblado próximo; ahí se arma una cuadrilla que intenta ir tras el evadido para regresarlo a prisión. El fugado se une al grupo de caza y les da indicaciones, les dice por dónde ir y se entusiasma ante las supuestas pistas. Algo así es investigar asuntos del lenguaje, de donde nombrar sea quizá el más básico de todos.

Una persona que quiere nombrar un objeto que está a la vista de su interlocutor se lo puede señalar con el dedo, pero más allá de eso se trata de una convención, de un acuerdo. “Perro” va a significar más o menos lo mismo para el que habla como para el que escucha.

Si nos brincamos el enorme problema del significado, que es algo que los lingüistas no han podido aclararnos de manera satisfactoria, podemos decir que las palabras le dan sentido y estructura al actuar humano.

Las palabras neutras son más bien escasas, todas llevan una carga que puede empatizar, encajar muy bien con nuestra sensibilidad —o valores y principios— o producirnos un rechazo visceral, no tan pensado como queremos hacernos creer.

Acaba de salir una nota en la que le piden al grupo de rock mexicano Molotov eliminen de su repertorio, en su gira por Estados Unidos, una canción cuyo título de cuatro letras expresa algo que se interpreta como innoble, y en una de sus consonantes contiene la misma “t” de “contra natura”. Los músicos han repetido que el significado de la canción no es lo que parece, pero los grupos que defienden los derechos de cierto sector humano son difíciles de convencer, se sienten injuriados. Todo por una palabra.

Nombrar más que encerrar, comprime varias operaciones cognitivas y culturales como una extensión simbólica, pero no menos poderosa, para incidir sobre el entorno, empezando con nuestros semejantes. “Todo el idioma, explica Álex Grijelmo, está integrado por un cableado formidable del que apenas tenemos consciencia, y que, sin embargo, nos atenaza en nuestro pensamiento. Pensamos con palabras; y la manera en que percibimos estos vocablos, sus significados y sus relaciones, influye en nuestra forma de sentir”.



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