sábado, 11 de mayo de 2013

Más historias, menos libros



Hoy tuve la idea.

Al promedio no le interesan los libros —para una mayoría podría sonar con facilidad pedante quien hable de los libros que conoce, —, al promedio tampoco le interesan demasiado los periódicos, ni las revistas, es más, tampoco la lectura para acabar pronto.

Pero descubrí que sí hay algo que a la mayoría le interesa conocer, y eso son las historias.

Eso lo conté a mi mujer y ella me amplió la idea. Dice, a ver si no traiciono lo que creo que me comentó hace un rato mientras comíamos mariscos, que el arte puede retratratar lo sublime, pero es fundamental que el espectador quede a salvo. Y me puso el ejemplo de un hermoso cuadro que retrata una tormenta. Ese cuadro puede ser sublime, pero un componente importante que el que los aprecia está ajeno, puede seguir su vida normalmente. Es decir, es un voyeur protegido.

Pues eso. Asomarse a las historias ajenas, incluso de gente que no conocemos y que no nos importa conocer, eso es lo que llama la atención.

Ahora bien, hay historias con trucos fáciles que ganchan por medio del morbo o el chantaje, y se leen, pero yo creo que las historias, para que enganchen, deberán tener aunque sea una pequeñísma dosis de morbo o de chantaje, deben llegar al estómago, a las vísceras, al corazón, al sexo, al miedo.

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Hace un mes, el 17 de abril, Luis Abel Tapia Ariza, un muchacho de 22 años originario de Celaya, Guanajuato y que hacía el número del Hombre Bala, perdió la vida durante su presentación en el circo Hermanos Vázquez en el poblado de Ojos Negros, cerca de Ensenada. A las 22:27 horas, según el reporte, se introdujo en un cañón hechizo, pero el platillo en donde se apoyaba se rompió y una varilla lo atravesó desde la ingle hasta la cabeza.

Evidentemente ese muchacho trabajaba por necesidad, quizá también por amor al circo, tal vez estaba obligado por darle a su familia, a sus padres o a sus hijos un beneficio material. Lo cierto es que hay toda una historias detrás de esta macabra tragedia.

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Hace varias semanas apareció un pequeño perro maltratado, moribundo, ciego y con el miembro mutilado. Los amigos protectores de los animales levantaron una protesta, hicieron una marcha, gritaron consignas en torno a la ley que castiga el matrato animal.

Hace unos días, de acuerdo a estudios, el perrito maltratado no fue torturado, sino que padecía de una enfermedad venéra que lo dejó al borde de la muerte.

De todas maneras la marcha sirvió para sensibilizar, ¿no?


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Dese hace seis meses me he encontrado con un indígena kiliwua, Gabriel, a quien lo he ayudado cuando y como he podido. Tengo una copia de su acta de nacimiento y me ha contado sobre su comunidad, en Arroyo de León. Hace nuos meses necesitaban construir una represa, y entre varios ayudamos. Así en varias ocasiones y por diferentes motivos.

La semana pasada pedí referencias de él a un investigador-explorador, alguien que conoce y ha recorrido desde hace 30 años esta y otras regiones, ya sea como espeleólogo o como historiador. Él me ha dicho que Gabril es un farsante y un vividor.

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