miércoles, 20 de marzo de 2013

La música 1

Dos músicos, uno canta, el otro toca la guitarra. Sus miradas se encuentran. Sonríen. Y sonríen más con la mirada que con la boca. La música los une íntimamente, y nada importa más en el mundo que estar unidos, interpretando.

lunes, 18 de marzo de 2013

Diario íntimo de un esposo 2

A diferencia de nosotros, su esposa siempre requerirá sentirse amada. No es nada difícil de entender o de aceptar, lo que es a veces complicado de entender todo lo que eso incluye, porque el combo a llenar tiene piezas pequeñas y grandes. Si lo ponemos en una gráfica de pirámide, en la punta estará sentirse amadas, enseguida, ser respetadas y apreciadas en sus ideas y opiniones, por no mencionar que en toda su persona (eso incluye los comentarios acerca de su apariencia). Más abajo en la pirámide está la seguridad, tanto en el aspecto físico o material, como en el emocional, incluyendo que el marido no va a andarle metiendo mano ni a la primera ni a la centésima nalga que se le ponga enfrente. La seguridad incluye en el sentido tradicional que él se comprometa primero en el noviazgo, y más adelante en la petición de matrimonio. Y en parejas menos tradicionales, que el prospecto dé señales inequívocas de saber lo que quiere, y que lo que quiera sea ella. La frase comodín de "no le pongamos nombre a esto" queda descartada.

Si todo esto es demasiado, entonces también será demasiado recibir atención, sexo y comida en el mismo lugar.


domingo, 17 de marzo de 2013

Inocentes

Nunca había conocido a una persona que hubiese nacido producto de una violación. Hoy conocí a una, es una pequeña de unos nueve años. La señora que la cuida, que en realidad es su abuela que hace las veces de madre, y yo hemos hablado quizá una decena de veces. Somos unos cordiales conocidos que nos saludamos con cierto aprecio. En algún momento ella me ha apoyado en situaciones en las que he requerido algún apoyo y hoy salió al caso el tema.

A su hija de entonces 14 años la violó un tipo de 28 que, según me contó, estuvo detenido muy poco, pero que el juicio amañando le dio la libertad. Luego vinieron las amenazas de muerte y finalmente, cuando la hija tenía 20 años en el 2008, falleció en un accidente automovilístico con causas no del todo claras.

Abracé a la señora y tuve el impulso de abrazar también a la hija, pero me contuve porque no quería que pareciera un acto condescendiente, un gesto que pudiera tomarse como un ay, pobrecita niña.

Ahora, cuando la señora me vuelva a preguntar por mis hijos, quienes han recibido sus cariñosas atenciones, pensaré en su hija muerta y en la pequeña de nueve años, una inocente en todo el sentido de la palabra.

viernes, 8 de marzo de 2013

Que vivan las mujeres



Desde hace muchos años he sentido una profunda curiosidad por la manera en que las mujeres crecen, se relacionan y en general ven el mundo. Son tan complejas, pero tan indispensables que se les califica, etiqueta, enaltece, y se les trata primero como mujeres que como seres humanos, es decir, con frecuencia como nuestra cultura nos dicta—conforme a su estado civil y aspecto físico—, antes que como a seres iguales y distintos y sobre todo, como a seres autónomos y con capacidad plena para decidir sobre sí mismas.

Sobre estos temas me he encontrado con puntos de vista que se pueden englobar en dos grandes bloques, quienes piensan que ser mujer se nace, y los que piensan que ser mujer se hace, se construye.

Quienes se identifican con la primera idea enfatizan más bien en que existe una naturaleza femenina de donde se desprende un rol que cumplen, o deben cumplir en la sociedad. Este rol estaría ligado a la maternidad, la familia y en general al ámbito de lo privado, y por ello, su “naturaleza femenina” y ningún otro factor les señalará que uno de sus papeles es velar por el bienestar de su entorno, incluso antes que velar por sí mismas.

Quienes nos inclinamos más por la segunda idea, pensamos que las mujeres comparten desde temprano un diálogo con la naturaleza, y que dentro de la sociedad la mujer se va construyendo hasta que, finalmente, y por desgracia se pone al servicio de lo que se espera de ella. Claro, en muchos casos con plena libertad, pero casualmente, eligen libremente ser para los otros y no salirse de las expectativas que se tienen de ellas.

Bien, no estoy afirmando que deban ir contra la corriente y rebelarse ante todo lo establecido, no. Señalo que es muy común que se enfermen por perder contacto con su psique más íntima, la que les da fuerza y vigor.

Clarissa Pinkola Estés, doctora en Psicología Etnoclínica, le llama "Mujer Salvaje", pues dice que esas dos palabras accionan el llamar a la puerta de la profunda psique femenina. “Cualquiera que sea la cultura que haya influido en una mujer, ésta comprende intuitivamente las palabras ‘mujer’ y ‘salvaje’”. 

Cuando se pierde contacto con esta parte de la psique aparecen algunos trastornos que según la autora de Mujeres que corren con los lobos, se reflejan en síntomas que conducen a comportamientos, pensamientos y emociones que ella describe con un lenguaje también femenino: “Sentirse extremadamente seca, fatigada, frágil, deprimida, confusa, amordazada, apática hasta el extremo. Sentirse asustada, lisiada o débil, temor a reaccionar con agresividad cuando ya no queda más qué hacer, perder la energía en presencia de proyectos creativos”. 

Pero, al parecer, estos síntomas que me parecen mucho más comunes de lo que todos nos imaginamos, tienen que ver con lo que consideramos importante hablar y lo que no. Los “grandes temas” son los inventos, descubrimientos, investigaciones, decisiones políticas, reformas y leyes, pero no los de índole doméstica —que al final de cuentas, habrá quién lo haga—. Esos no son “tema”, sino que son el paréntesis entre dos mujeres en la reunión.

“El modo de pensar predominante hace que, en nuestra manera de ver y entender el mundo y la vida, la historia y la cultura sólo deban conocerse desde fuera del hogar, es decir, en la vida pública y en los grandes momentos”, señala Sara Sefcovich en el libro ¿Son mejores las mujeres?

Atender el aspecto doméstico y privado a la par que el público, y muy especialmente dejar de objetalizar a las mujeres es algo que cualquier persona de cualquier género puede hacer, porque la idea de que ellas deben ocupar un segundo plano es susceptible de enraizarse en cualquiera, independientemente de su género.
Y entonces sí, que vivan las mujeres.

martes, 5 de marzo de 2013

Soy mujer, soy invencible...

Nos regalaron unos boletos para el teatro el domingo pasado para ver Soy mujer, son invencible... ¡y estoy exhausta!
La obra tocó un tema que de entrada me interesa, que es la diferencia de géneros y sus roles tradicionales, y cómo se confrontan dentro de la pareja.
Una mujer casada, que trabaja y que tiene un hijo debe elegir o hacer cosas casi imposibles para mantener el   equilibrio... si es que lo logra.
Laura Flores encarna a Sofía, una profesional que trabaja en el ámbito de la producción televisiva y que tiene una jefa, Carla, algo histérica y exigente caracterizada por Eugenia Cauduro. Con el ascenso de Sofía, Claudio, actuado por René Casados va demandando atención, no sin sacar su parte machista pura y dura.
La obra estuvo entretenida, aprecié que "actualizaron" la obra en más de cuatro momentos, al mencionar lugares de la localidad al referirse a puntos geográficos, y también que mencionaron a Elba Esther, tema del momento, resaltando algunas de sus cualidades negativas.
De René Casados no me gustó que en momentos parecía sobreactuado, haciendo entonaciones estilo Pepe el Toro, pero la capacidad para improvisar y lo que llaman tablas, se le nota bastante.
Eugenia Cauduro parecía la de menos experiencia, pero creo que logró salvar el personaje. Hubo un momento de tensión triste en ella, y me parece que le falto transmitir esa emoción con más eficacia. Creo que ayudó bien a que los personajes de Sofía y Claudio se desarrollaran.
Y a Laura Flores la vi desenvuelta, dueña del escenario. Creo que no es la veterana, la gran figura del teatro, pues también la obra era una comedia ligera, pero creo que fue la que logró convencer más, atraparnos y seguirla hasta el final.

La obra es de Gaby Vargas, la adaptación es de Mauricio Pichardo y la dirección de Abril Mayett. La obra se presentó el pasado domingo 3 de marzo en el Museo del Vino, un lugar de una arquitectura terránea y luminosa. (La siguiente foto la mandaron de la oficina de LF, se agradece).