martes, 19 de julio de 2011

Alextimia

Ese es el término técnico para definir la incapacidad de expresar los sentimientos y emociones, más exactamente es un desorden neurológico asociado con no poder identificar las propias emociones y la consecuente imposibilidad para darles una expresión verbal.

Y pienso que ese mal es más extendido de lo que parece.

Por fortuna, parece que no presento ese padecimiento, pues una parte de mi trabajo al escribir ha sido justamente lo contrario: nombrar emociones al punto de convertirme en un exhibicionista emocional o, como habría dicho mi abuelita, en un fantoche.

Ejemplos.

Hace unas semanas terminé de releer el Dietario voluble, un libro al mejor estilo blog del buen Enrique Vila-Matas, catalán de 62 años y que en pequeños fragmentos va desgranando sus observaciones, sus pasajes autobiográficos, sus aficiones.

En su libro narra pasajes de su niñez, de sus gustos cinematográficos, sus viajes, su ciudad, sus calles. No menciona a muchas personas, y por varias razones el lector piensa que el autor-protagonista vive solo, pues así se percibe en su departamento; sino voces. Hasta sus pisadas podemos imaginar.

Un sujeto bastante solitario, como suelen ser casi todos los cinéfilos que conozco. Pero mi sorpresa la dejé marcada en la página 119:


"Cuando, a la vuelta de Colombia, empecé a pasar el día entero en mi gabinete de estudio, no tenía previsto instalarme en él. Pero llevo días aquí haciendo vida de hikikomori, de parásito en útil contacto constante -hay que ir acostumbrándose- con la soledad extrema, en definitiva con la soledad infinita que nos espera a todos después de la muerte, es decir, después de que entremos en la eternidad. Aunque mañana romperé con el radical aislamiento. Voy al Registro Civil (expediente 4859/06) a firmar unos papeles. Sí, mañana, 10 de abril, me caso."

"Me caso", esas con las únicas dos palabras que dedica a su matrimonio en las 275 páginas del libro. No menciona el nombre de la cónyuge, ningún pormenor del acto, nada que exprese algún sentimiento o emoción en torno a su cambio de estado civil, nada que la describa a ella. Misterio total.

He leído entero dos veces ese libro, y ahora me doy cuenta que por su nombre, a la persona que más menciona es a un amigo, Claudio Magris (unas seis veces). De su esposa, ni siquiera la inicial.

¿Estará relegando deliberadamente la mención?¿cómo se explica esta omisión en un escritor tan observador, tan puntual, tan exquisito para describir otras emociones que lo llegan a atrapar?¿será todo mitad mentira, mitad verdad, para crearse un personaje de sí mismo?

Sea como sea, esa especie de autismo emocional es uno de los varios rasgos comunes que veo en nuestro ser masculino.

¿Me dejan hablar de otros?




















*Todas las negritas con mías








***








Por cierto, propongo este ejercicio. Se trata de mencionar una emoción o sentimiento que se haya tenido en algún momento del día. Empiezo yo. ¿Sale?




Hoy a mediodía estuve bailando. Música en vivo y todo. La última canción que tocaron fue esa que dice Carmen, se perdió la cadenita. Ahí sentí alegría. Más bien creo que fue euforia. Y bailé y bailé.