miércoles, 26 de mayo de 2010

Asunto de faldas

Sepultado en una amalgama de recuerdos en las profundidades de mi memoria, hace poco brotó una imagen muy antigua que se debió haber quedado como material residual en el sartén de mi infancia.

Si 30 años son muchos, eso demuestra que en el fondo de nuestra mente el tiempo no existe. Y así como en el inconciente nadie muere, así la historia personal se va quedando bajo la arena, y otros rastros se quedan en la superficie.

Debí estar en primero de primaria, y un compañero, Ramiro, un niño bastante inquieto, juguetón y algo bromista hizo alguna travesura. No recuerdo lo que hizo, pero sí tengo presente el castigo que mi maestra Yolanda le aplicó.

Mi profesora paró a Ramiro en un rincón y le puso una falda. El asunto, creo, era ponerlo en ridículo, darle un escarmiento.

El mensaje ulterior que estaba emitiendo la maestra era que ser (o parecer) mujer es algo denigrante, vergonzante, digno de mofa, que es lo que implícitamente nos pedía la maestra al exhibir así a Ramiro. Que nos rieramos de un hombre denigrado en mujer.

Quizá hoy en día cualquier oficina de derechos humanos habría elevado una denuncia, pero en mis tiempos eso no se usaba: si la maestra te aventaba el borrador de madera y te pegaba en la cabeza, te aguantabas, si la maestra te vestía de niña, te aguantabas.

Ahora pienso en cuántos niños crecimos con esos mensajes en la escuela, la calle, la televisión. Cuan común será esa actitud de condescendencia paternal (como el señor que le dice a la cajera: "sí, mija") frente a esos seres humanos "frágiles" (sí, claro), "desvalidos" (ajá), pero que en el inconciente son unos seres "sin pene", como leí en alguna ocasión.

No supe si Ramiro se hizo travesti, ni tampoco si terminó odiando a las mujeres, lo que sí creo es que mi maestra de primero estaba dando un mensaje muy equivocado sobre el trato que se le debe tener al otro, al distinto.

3 comentarios:

  1. Hola señor Licenciado!

    Que recuerdos los de nuestra época primariosa. A mí también me tocó convivir con maestros intolerantes que fomentaban la discriminación. No solo era niña el niño que no corría rápido en la clase de educación física, sino burro el que se sentaba en la fila de las tortugas por llevar mal la tarea, sucio el que llegaba a clases con el uniforme arrugado y las uñas largas (como si un niño de 6 0 7 años fuera responsable de eso... chale!), flojo el que se tradaba un poco más que los otros en terminar los ejercicios asignados en clase, y mil ejemplitos más.

    Ni modo! No tengo mucho que decir, solo que ahora que soy madre busqué una escuela constructivista donde mis hijas aprendan a valorar la diversidad y sean tratadas con amor por personas que desarrollen su capacidad señalando sus puntos buenos y no los malos...
    Digo! esa es la chamba que tenemos que hacer para cambiar un poco el sistema. Alejarnos de los intolerantes, porque esos son los que nos chingan como sociedad ¿que no?

    Un abrazo!
    M.-

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  2. Licenciada, gracias por su comentario. Sí de niño todo se ve distinto, y por desgracia uno no sabe qué cosas negativas recordarán nuestros pequeños. Tengamos confianza, como le dice el licenciado Fernando Fernández-Savater Martín, a su querido hijo Amador. Le mando un abrazo. Ps. Ya creo que el taller lo paso mejor para el mes de julio. Seguimos en contacto.

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  3. Gerardo: Te marqué al teléfono que tenía, pero parece que ya lo cambiaste. ¿me lo puedes mandar a mi correo. Por si no te acuerdas es idamar78@hotmail.com. Tal vez te pueda interesar.

    Irma D.

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Te agradezco el tiempo que te tomas para dejar un comentario. Mi correo es yadivia@hotmail.com