lunes, 21 de diciembre de 2009

Machismo

El machismo es una enfermedad social como el alcoholismo, pero a diferencia de éste, es casi invisible. "Yo no soy machista porque nunca le he pegado a una mujer", es el argumento más burdo. Pero estamos en el siglo XXI, y las formas cambian. A mi juicio el machismo va desde un desprecio soterrado hacia las mujeres, hasta un trato paternalista que implica verlas con cierta minusvalía.
En otras ocasiones he dicho que rechazo la imagen frágil de las mujeres por falsa. Las mujeres son tanto o más fuertes que los hombres, y no me refiero en sentido físico, por supuesto, que es quizá en uno de los pocos, de los muy pocos ámbitos en que somos más fuertes que ellas.
En realidad un hombre moriría de parto, o mínimo quedaría traumado para toda su vida. Emocionalmente las mujeres están mejor equipadas, y tienen un sistema de enfriamiento, válvulas de escape e indicadores de seguridad que ya quisiera un edificio inteligente.
Las mujeres saben cuando se les llena el tinaco y hay que rebalsarlo un poco, o se dan cuenta cuando la presión no les alcanza y necesitan recargar energías. Sí, es cierto, hay muchas que se sobreexponen, se sobrerrevolucionan, trabajan bajo presión y de manera simultánea como una consola de 24 canales. En fin, son más sofisticadas.
Pienso que son raras las mujeres débiles, y que se muestren así obedece más a una mercadotecnia de sexos que a una realidad. Por ello pienso el miedo del varón se mide por el ímpetu que tratar de controlarlas, enjaularlas, limitarlas. Miedo a estar solo, a ese vacío emocional. Hay mucho que aprenderles, en fin.
Decía que el machismo es una enfermedad social. Todos hemos visto una actitud de desprecio por una mujer por el solo hecho de serlo. Pero el que tengan una visión muy dstinta de entender muchas cosas del mundo no significa que la versión hegemónica, es decir, la visión del varón, tenga que despreciarlas. Muchas arriban y se mueven en el mundo laboral repitiendo los mismos patrones que los hombres están el poder, es cierto, pero es que también el poder masculiniza.
Pero todos estamos, hombres y mujeres, en el mismo barco, eso es innegable. Los modelos tradicionales ya no funcionan, o al menos ya no nos funcionan a los hombres. Si hacemos caso que las relaciones de pareja son una relación de poder (no necesariamente de violencia, sino de correlación de fuerzas), entonces ya no estamos preparados para jugar ese juego. Me refiero a los hombres.
En cualquier caso, muchos de los que creemos que existe una cosa llamada machismo, lo colocamos como algo ajeno, fuera de nosotros. "Eso le pasa a mi vecino de enfrente, a mí no". Y cuando nos pasa a nosotros, cuando afloran (elocuente el verbo, jejejejejeje) nuestras actitudes machistas, simplemente las negamos.
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Me declaré machista desde hace varios años, para qué darle más vueltas. Mas pienso que no por eso me satanizo ni tampoco que el declararlo me exonero de nada. Simplemente creo que estoy en el comienzo del camino.
El hecho de convivir de una manera bastante sana con una pareja tampoco me hace bajar los brazos. De hecho no estoy exento de los asaltos en la oscuridad que a veces me juegan todos los patrones que he venido absorbiendo de toda la vida, y bien digo de toda la vida.
A últimas fechas vuelvo al tema de la sexualidad. Estoy tratando de aproximarme de nuevo a conocer más acerca de cómo funcionamos los hombres. Desde hace años me dediqué a comprar libros que hablan sobre el tema, desde los de divulgación hasta los más académicos; a todos les entro, todos aportan, aunque luego se repitan o parezcan lugares comunes o nos digan cosas que parezcan obvias. Sucede, me sucede a mí, que vuelvo a releerlos de acuerdo más o menos a lo que ando buscando, dependiendo de cómo ande en determinado momento. No voy a contar cómo ando, pero sí quiero pasar en limpio las citas que más me han llamado la atención del libro que estoy releyendo, así, por partes, capítulos salteados etc. El libro en cuestión de llama Varones. Género y subjetividad masculina, de las argentinas Mabel Burin e Irene Meler, editado por Paidós en el 2000 y reimpreso en el 2004. Son citas sueltas que tomé del capítulo que se llama "La sexualidad masculina. Un estudio psicoanalítico de género":

"...también es necesario reconocer que existe un reparto desigual del imperativo del goce y de la censura. Las mujeres, aun las más modernizadas, son objeto de un proceso donde se estimula cierta censura de la expresión pulsional. Los varones hacen del placer sexual la recompensa de la exposición viril y, a la vez, un emblema de su pertenencia al colectivo dominante. Censura e incitación, por lo tanto, tienen un reparto desigual según el género."

"Debido a su asociación con el dominio, una de las características de la sexualidad masculina es la jactancia. Los varones mienten o exageran para sostener su prestigio ante sus pares."

Esta me parece buenísima: "eran hombres y se enojaron de que alguien pusiese en duda que la sexualidad les divirtiese".

"La paradoja de la heterosexualidad del varón es que no le gustan las mujeres como personas".

"...Por supuesto que

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