sábado, 7 de noviembre de 2009

El Gabo

¿En qué momento comienza un viaje?¿En el momento de arrancar el autobús, el automóvil o el avión?¿En el momento de comenzar la maleta?¿En el momento de tomar la decisión de hacer el viaje? No lo sé exactamente, pero me inclino a pensar que el viaje empieza en el momento en el que lo comenzamos a vivir, sea meses antes o días después de haberlo concluido.
Quería hablar del viaje que hice la semana pasada, pero me doy cuenta que tendría que hablar antes de Gabo, y todo el comienzo de mi relación con él inicia hace 17 años, cuando entró al taller de creación literaria de la Unversidad Regiomontana. A pesar de que yo no fui estudiante de la UR, ya era la segunda época en la que acudía. La primera fue durante el año anterior y lo coordinaba Graciela España, pero estamos en el 92, y Mara Gutiérrez, líder, diva, poeta, dos años años mayor que yo, era la que se hacía cargo.
El taller de la UR se caracterizaba por programar con cierta frecuencia lecturas dramatizadas, mezcla de recital de poesía con algo de juego escénico. A veces sólo una mesa y dos sillas formaban parte del escenario. En total erámos entre cinco y siete integrantes, pero los que estuvimos más en forma fuimos Mara, Jorge Ramón Sáenz, Alfonso Araujo, Daniel Salinas, Gabo, Gerardo García, Lourdes Falcón y yo. Hace tiempo me di cuenta que Daniel ya había salido cuando Gerardo García entró, y que Lourdes no estuvo desde el principio, pero participó en muchas lecturas.

Gabo llegó al taller en el año 92, creo que en verano. Llegó con audífonos, botas, venía estilo potranquito, como alguna vez le dije. Yo aún tendría 19 y el andaba cumpliendo los 17. También, como casi todo el resto del taller, el era estudiante de la UR.

El 9 de octubre del 92 fuimos Gabo y yo por primera vez a un teibol. El famoso TVOSO, sobre Zaragoza. Ahí una chica, mientras bailaba se acuclilló ante mi vista, me tomó los lentes, los dobló y se los pasó lentamente por allá, ante la risa de Gabo y el pasmo mío. La piel de una mujer era algo novísimo para mí.

A partir de esa primera ida a un teibol escribí un poema que se llamó Las chicas TVOSO.

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